jueves, 12 de noviembre de 2009

Paro juvenil

El fantástico e interesante reportaje publicado en EL PAÍS, el 5.11.2009, con el título Matriculado en la euforia y licenciado en el desastre, pone los pelos de punta. En España, casi un millón trescientos mil jóvenes de entre 20 y 29 años buscan trabajo, más de un millón y medio si contamos desde los 16 años. Casi trescientos mil tienen formación superior. No resulta extraño, pues, según la encuesta Bertelsmann, que la mayor inquietud de los jóvenes españoles sea el paro, y que no les importe aceptar un trabajo, aunque sea precario o mal pagado.

De acuerdo con los datos de Eurostat, España encabeza el ranking europeo con casi el 40% de tasa de paro juvenil (menores de 25 años), el doble de la media de la UE-27. Un drama que ensombrece el futuro de nuestro país y debería preocupar a los políticos que nos gobiernan.

¿Qué fue del llamado diálogo social? ¿Es tan difícil conseguir acuerdos? ¿No debería tenerse en cuenta lo que hacen al respecto en otros países europeos? De momento, el ministro Gabilondo ha lanzado la idea de aumentar la obligatoriedad de la enseñanza hasta los 18 años. Al menos eso mejoraría la formación de los jóvenes para cuando haya trabajo, y de paso reduciría nuestras estadísticas de paro. ¿Y el PP, que gobierna en varias Comunidades Autónomas, tiene algo que decir al respecto? Tan preocupados andan con sus problemas internos que este otro asunto ya lo resolverá el tiempo. Y si no, peor para el PSOE.

Manuel Navarro Seva. Madrid
Publicado en elpais.com el 5 de noviembre de 2009

sábado, 31 de octubre de 2009

Mucho dinero

A mediados de octubre, la Organización Profesional de Inspectores de Hacienda señaló que la cifra de cuotas no ingresadas o fraude fiscal en España podría cuantificarse en unos 70.000 millones de euros anuales. Y que entre 2005 y 2008, la Agencia Tributaria, con el Plan de Prevención del Fraude Fiscal, consiguió recuperar unos 28.000 millones de euros. Es decir, sólo un 10% de los 280.000 millones que hacen los 70.000 en cuatro años.
Si lo que dicen los Inspectores de Hacienda fuera cierto, y si el Gobierno tuviera en consideración el Plan Especial de Actuación de la Administración Tributaria que proponen los inspectores, a lo mejor no sería necesario subir los impuestos. Ahora bien, si lo fuera, como asegura el Gobierno, al menos que paguemos todos. No sólo los de siempre.
Manuel Navarro Seva. Madrid
Publicada en EL PAÍS el 29 de 0ctubre de 2009

domingo, 26 de julio de 2009

Regalos, algo tan normal

Aceptar regalos costosos por los políticos no tiene ninguna justificación desde el sentido común y la ética. No es válido justificarlo diciendo que todos los políticos reciben obsequios, que es algo normal y frecuente. Es costumbre recibir regalos por Navidad, o en fechas señaladas del calendario, sí, pero también lo es corresponder con otro regalo o favor.

Más lógica y sensata es la actitud de aquellos políticos, que los hay, que rechazan los obsequios, al menos los de un cierto valor económico. Pero la carne es débil; los humanos solemos ver la paja en ojo ajeno, y no la viga en el propio; y establecer lo que es caro y lo que no es subjetivo. Así que para evitar males mayores y actitudes reprobables, sería conveniente regular mediante una ley específica este asunto tan penoso. Quizás una ley no sea la panacea universal, pero ayudaría muchísimo.

Manuel Navarro Seva. Madrid
Publicada en elpais.com el 23 de julio de 2009

lunes, 29 de junio de 2009

La redistribución de los impuestos

Acabo de desayunar leyendo que en unas horas el Gobierno de España ha dado marcha atrás a su acuerdo con IU e ICV de subir los impuestos a los más ricos. Parece, pues, que si no hay votos a cambio para aprobar los Presupuestos no hay reforma fiscal.

A mí, la verdad, me hacía mucha ilusión que a los deportistas extranjeros, esos que ganan millones, se les quitara el límite del 24% en sus impuestos del IRPF, que suprimieran los 400 y los 2500 euros para las rentas más altas y que los que más ganan contribuyeran mucho más de lo que contribuyen ahora. Si no ¿de dónde van a salir los dineros que hacen falta para pagar los subsidios y servicios hasta que se supere la crisis? ¿De las gasolinas, del tabaco, tal vez del IVA que pagamos todos por igual?

¿Queda claro que se gobierna la nación a golpe de ideas políticas, de programa, de convicciones, de justicia social y redistributiva, etc.? Pues no, señores del Gobierno.

Manuel Navarro Seva
Publicada en EL PAÍS el 28 de junio de 2009

jueves, 18 de junio de 2009

Los precios del petróleo y los combustibles

He leído en ELPAÍS.com la noticia que dice que los principales combustibles de automoción cuestan menos que hace un año, cuando iniciaban una escalada al alza como consecuencia del repunte del precio del crudo, que en julio de 2008 llegó a alcanzar los 147 dólares el barril. Con ese precio del petróleo, la gasolina y el gasóleo llegaron a costar 1,260 y 1,305 euros, respectivamente.

Se dice también en la noticia que en España el precio de los combustibles es inferior al de la Unión Europea. Y, también, que actualmente con un precio del barril de unos 71 dólares, los precios de la gasolina y el gasóleo están en 1,025 y 0,904.

Quiere decirse que mientras el precio del barril de crudo se ha reducido algo más de un 50%, los combustibles solo lo han hecho, aproximadamente, un 17% la gasolina y un 30% el gasóleo. Así que claro que cuestan menos los combustibles que hace un año, pero no tanto menos como deberían costar.

Y, sin embargo, el Gobierno sube el impuesto sobre las gasolinas. Tal vez sea lógico, para reducir consumo y contaminación, vale, pero que no lo justifiquen diciendo que cuesta menos que el año pasado y que en la Unión Europea.

Manuel Navarro Seva
Publicada en EL PAÍS el 18 de junio de 2009

lunes, 11 de mayo de 2009

Una barra de pan

    Este relato está publicado en mi libro Cosas que nunca confesé a nadie.

Cuando fui a comprar el pan esta mañana, Juan, el chino que tiene un negocio de frutos secos en los bajos de mi casa, no se encontraba en la tienda. Su mujer, que daba de mamar a su hijita, me dijo que esperara un minuto, que no tardaría en volver. No mencionó adonde había ido Juan, y como se demoraba le dije que volvería más tarde; aunque, en verdad, pensé que lo compraría en el supermercado.
Iba a marcharme, pues, cuando el chino salió de la trastienda ajustándose el cinturón. Se señaló el vientre y dijo:
—No está tripa mucho bien.
A continuación me preguntó si podía hacerme cargo de la tienda mientras iba al médico. Lo dijo con la naturalidad del que pide que le pases la sal. Desconcertado, acerté a sugerirle:
—¿Por qué no te sustituye tu esposa?
—Ella tiene cuidar niña —me respondió.
De manera que, sin mucha convicción, le contesté que de acuerdo —todavía no sé por qué—, pero que se diera prisa, porque tenía mucho que hacer.
Cuando la mujer, china también, terminó de darle el pecho a su hija, un bebé de unos seis meses, de mofletes rojos como dos amapolas rojas, la dejó en un cochecito y desapareció. Así que me quedé solo a cargo del negocio. Lo cual me inquietó sobremanera, pues desconocía el precio de los artículos, si exceptuamos el pan, claro, que compro cada día; además, debía ocuparme de la criatura, cuyas costumbres desconocía.
Pese a mis temores, resolví la situación con bastante pericia. Vendí ocho barras de pan, tres refrescos, doscientos gramos de cacahuetes, cinco chicles, una bolsa de patatas fritas… Y la niña, aunque lloró hasta que le puse el chupete en la boca, estuvo durmiendo muy tranquila.

Pasaron como dos horas hasta que apareció el chino. Me pidió una barra de pan, pagó sesenta céntimos y se marchó. Tan rápido que ni siquiera pude preguntarle qué le había dicho el doctor. Poco después regresó la china con un tupperware de tallarines. Me los comí con ganas, acompañados de una Coca Cola light que tomé de la nevera. Luego todo transcurrió como si me hubiera dedicado al comercio toda mi vida. Al terminar el día, la china y yo hicimos caja, cerramos la tienda y nos fuimos a su casa. Desde los brazos de su madre la niña me miraba con extrañeza mientras cenábamos en la cocina.
©Manuel Navarro Seva

jueves, 26 de febrero de 2009

Dimitir en España

En España la dimisión de un alto cargo político no es una práctica habitual (salvo en contadas excepciones). Por mucho que la oposición del momento lo exija, o tal vez precisamente por eso.

Ahí tienen, por poner algunos ejemplos, al ex ministro de Defensa Federico Trillo, actual responsable de Justicia del PP, ¿dimitió después del accidente del tristemente famoso Yak-42? O al ex ministro de Fomento Álvarez Cascos, ¿dimitió por irse de caza aquel fin de semana, mientras el chapapote del Prestige amenazaba con arruinar las costas gallegas? O al ex presidente de la Xunta Manuel Fraga, que curiosamente también estaba cazando ese mismo fin de semana con dos de sus conselleiros.

Muchos hemos juzgado y condenado al ministro de Justicia, Fernández Bermejo, por haber ido de cacería en circunstancias de todos conocidas. Por esa inoportuna y lamentable acción, por respeto a la ciudadanía, a su partido y a sí mismo, no porque lo pide el PP, el ministro Bermejo ha dimitido.

Manuel Navarro Seva
Publicada en EL PAÍS el 24 de febrero de 2009

domingo, 25 de enero de 2009

Tiene que haber algún margen

Mira que me cae bien el vicepresidente Solbes, pero decir que contra la crisis económica ya se han agotado todos los márgenes de maniobra posibles es como decir que está cansado, que se le acabaron las ideas, que quiere irse a casa.
Es, también, crear alarma social. No es que la ciudadanía no deba conocer la realidad de la crisis, ahí están las previsiones mucho más pesimistas de la Comisión Europea, según las cuales vamos a superar en España los 4 millones de parados en 2010 y registrar un crecimiento negativo del 2% en 2009, pero una cosa es reconocer la realidad y otra muy distinta decir que ya no puede hacerse nada.
¿Para qué si no están el ministro de Economía, el de Trabajo, el de Industria, etcétera? ¿Para evaluar el PIB, contar a los parados y asumir los cuatro millones, medir el déficit público? No, hombre, no; ánimo, hay que creer en nuestras posibilidades como país, y como Gobierno promover que los bancos den créditos, modificar leyes, recuperar el impuesto sobre el patrimonio, no sé, tiene que haber tantas cosas...
Como ciudadano me niego a pensar que no nos queda otra salida que esperar y ver. Barack Obama es una esperanza para el mundo, sin duda, pero en España todavía tiene que haber margen.

Manuel Navarro Seva
Publicada en EL PAÍS el 22.1.2009