Faltó al trabajo cuando se casó, cuando su mujer dio a luz a cada uno de sus tres hijos, el día que enterraron a su padre, cuando operaron a su mujer de un mioma en el útero, el día de la boda de su hermano y nunca más, que él recuerde. Así que cuando el jefe de Personal le dijo: «Miguel, tienes que comprenderlo», él pensó: «¿Cómo voy a poder vivir sin trabajar? Y, ya ves, hace casi tres años y no entiende cómo podía trabajar sin vivir.
©Manuel
Navarro Seva
Nota: Leído en La Ventana de Millás el 23 de diciembre de 2005
4 comentarios:
Sin palabras...
Muchas gracias por pasar.
Vivimos en un mundo deshumanizado, donde el compromiso ha perdido valor. No puedes pedirle a un trabajador compromiso cuando lo consideras un número más. Yo soy de esos, de los que trabajan con fiebre, con vómitos o con una pierna rota; el destino me dirá si ese compromiso valió la pena o no.
Los tiempos y las leyes han cambiado. Ahora el trabajar es un lujo y al trabajador se le exige mucho más. Los despidos son más baratos y todo eso, dicen, sirve para crear más trabajo. Precario. Así que los tiempos en que las empresas daban buenas indemnizaciones por despido han pasado a la historia. Pero el compromiso del trabajador merece la pena, si no, ¿qué nos queda?
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