martes, 21 de octubre de 2014

Manu (VIII). Bailes de salón

El sábado tocaba baile. Lo llevé directamente desde la residencia. Él lo sabía y me preguntó si le había llevado las otras botas. Las que suele usar para bailar, unas que son más flexibles que las de cuero. Le dije que no, que lo había olvidado. Se quedó unos instantes callado y al cabo dijo: «Vale, entonces bailaré con estas». «Sí, con esas también puedes bailar». Se puso las gafas de sol y guardó la funda en el bolsillo de la camisa. Le pregunté qué había desayunado. «Café con leche y dos madalenas». «¿Te has preparado tú el café?». «No, ha sido la educadora». No recuerdo bien si dijo educadora o voluntaria. En esto llegamos al centro cultural, donde bailan. Había dos nuevos: una chica y un chico mayor, de unos sesenta años. Faltaban algunos del curso anterior. Unos minutos después llegaron los profesores, un matrimonio que lleva años trabajando con los chicos. Dos personas cariñosas, y buenos profesores. Qué paciencia tienen. Yo me fui a dar un paseo y cuando regresé aún no habían terminado la clase. Me senté a leer la novela junto a la sala de baile. Oí cómo reían. Enseguida, la música, un merengue, y cómo Julio le decía a Manu que diera la entrada: «5, 6, 7 y…». Cuando salió estaba cansado y se sentó un momento. «Mira, te he comprado esta contera, tiene la base de apoyo mucho más ancha». La observó y dijo: «Vale».
El domingo por la noche cuando lo llevé a la residencia enseñó a todos la nueva contera. 

©Manuel Navarro Seva
Madrid, 21 de octubre de 2014  

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