martes, 24 de febrero de 2015

Manu (IX). Administración

El jueves fui a recoger a Manu a la residencia para llevarlo al hospital Gregorio Marañón, le iban a inyectar la botulínica. Es una vez cada cuatro meses. Esta toxina relaja los músculos pero su efecto no es duradero. Recuerdo que un día le pregunté al doctor si se podía poner con más frecuencia y me dijo que no. Cuando llegué a la residencia Manu estaba sentado en recepción, ayudando a la joven que atendía la centralita en ese momento. Me gustó verlo allí, parecía contento. Entré a darle un beso. ¿Qué haces? Preparo unas tiras que me han encargado. Sobre el tablero había una Dimo y él tecleaba con un dedo las letras que iban saliendo de la máquina en forma de cinta autoadhesiva. En una de las cintas había escrito su nombre. ¿Esta para qué es? Para la silla. Quieres que la pegue. Vale. Cuando la coloqué en lugar visible, le dije, ¿Nos vamos? Espera un momento que tengo que acabarlas. Fui a ver al fisioterapeuta un momento mientras él terminaba y cuando volví aún seguía con las tiras. Déjalo ya que se nos hace tarde.

Unos días antes mi esposa y yo habíamos mantenido una reunión con la psicóloga del centro y la coordinadora de apoyo de Manu —tiene una coordinadora de apoyo que se ocupa de identificar sus posibilidades de desarrollo—. En la reunión se trataba de conocer cuáles eran las actividades donde actuar para mejorar la calidad de vida de Manu, y él fue el protagonista. Había que dejarlo hablar a él —con frecuencia pensamos que no sabe o no puede hacer esto o lo otro, y lo hacemos por él, e incluso contestamos por él—. Comenzamos la reunión y él fue escribiendo con un rotulador rojo, sobre los pliegos en blanco pegados en la pared de la salita, las respuestas a las preguntas que se le formularon acerca de sus necesidades, aficiones, deseos, tareas y actividades de ocio que le gustaría realizar. De todo ello surgió un plan individual de desarrollo, y al día siguiente pusieron en marcha algunas de las conclusiones de la reunión. Una de ellas: Manu podía ayudar en administración. Sin agobios, sin prisas. A su aire.

Esta tarde lo he llamado antes de salir, y estaba en recepción destruyendo papeles inservibles con una máquina. Le dije, ten cuidado no te destruyas un dedo, y él dijo, vale, ¿os vais al cine? Sí, con unos amigos. 

Manuel Navarro Seva

Madrid, 20 de febrero de 2015    

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