El jueves fui a recoger a Manu a la residencia para llevarlo
al hospital Gregorio Marañón, le iban a inyectar la botulínica. Es una vez cada
cuatro meses. Esta toxina relaja los músculos pero su efecto no es duradero. Recuerdo
que un día le pregunté al doctor si se podía poner con más frecuencia y me dijo
que no. Cuando llegué a la residencia Manu estaba sentado en recepción,
ayudando a la joven que atendía la centralita en ese momento. Me gustó verlo
allí, parecía contento. Entré a darle un beso. ¿Qué haces? Preparo unas tiras
que me han encargado. Sobre el tablero había una Dimo y él tecleaba con un dedo
las letras que iban saliendo de la máquina en forma de cinta autoadhesiva. En
una de las cintas había escrito su nombre. ¿Esta para qué es? Para la silla.
Quieres que la pegue. Vale. Cuando la coloqué en lugar visible, le dije, ¿Nos
vamos? Espera un momento que tengo que acabarlas. Fui a ver al fisioterapeuta un
momento mientras él terminaba y cuando volví aún seguía con las tiras. Déjalo
ya que se nos hace tarde.
Unos días antes mi esposa y yo habíamos mantenido una
reunión con la psicóloga del centro y la coordinadora de apoyo de Manu —tiene
una coordinadora de apoyo que se ocupa de identificar sus posibilidades de
desarrollo—. En la reunión se trataba de conocer cuáles eran las actividades
donde actuar para mejorar la calidad de vida de Manu, y él fue el protagonista.
Había que dejarlo hablar a él —con frecuencia pensamos que no sabe o no puede hacer
esto o lo otro, y lo hacemos por él, e incluso contestamos por él—. Comenzamos
la reunión y él fue escribiendo con un rotulador rojo, sobre los pliegos en
blanco pegados en la pared de la salita, las respuestas a las preguntas que se
le formularon acerca de sus necesidades, aficiones, deseos, tareas y actividades
de ocio que le gustaría realizar. De todo ello surgió un plan individual de desarrollo, y al día siguiente pusieron en
marcha algunas de las conclusiones de la reunión. Una de ellas: Manu podía ayudar
en administración. Sin agobios, sin prisas. A su aire.
Esta tarde lo he llamado antes de salir, y estaba en recepción
destruyendo papeles inservibles con una máquina. Le dije, ten cuidado no te destruyas un dedo, y él dijo, vale, ¿os
vais al cine? Sí, con unos amigos.
Manuel Navarro Seva
Madrid, 20 de febrero de 2015
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