jueves, 27 de agosto de 2015

Manu (XII). Vacaciones

Manu y yo jugamos casi todas las tardes al dominó en la terraza, desde donde podemos contemplar la playa colmada de gente. Él a veces se distrae mirando el mar, un velero, el barco anclado a lo lejos que espera la entrada en el Puerto de la Sal…, y yo le digo, venga, te toca a ti. Entonces mira sus fichas y coloca una. Le gusta ganar, y si pierde aprieta los labios con ese gesto tan suyo que adopta cuando algo le molesta, pero enseguida abre la boca para decir que quiere jugar otra vez. ¡No se cansa! Ayer tarde me dijo que quería jugar al parchís, y echamos dos partidas. Ganó las dos. Y me preguntó si quería jugar otra. No, le dije, se ha hecho un poco tarde. Cenamos y después salimos a tomar un helado. Su madre y yo pedimos una horchata o un blanco y negro o una copa de turrón y él, un café descafeinado de máquina con leche templada. Cuando el camarero viene a atendernos le pregunta: ¿Manu, tú lo de siempre? Y él mueve la cabeza asintiendo. No conseguimos que pida un helado. En casa antes de acostarse suele oír un rato el diskman, y tenemos que insistir para convencerlo de que debe acostarse. Antes de irse a la cama me recuerda que saque las gorras y las deje en el salón para el día siguiente, tal vez para asegurarse de que iremos, o quizás para no despertar a su madre, que aún duerme a esas horas, cuando nos vamos él y yo por la mañana temprano a darnos un paseo por la playa y nadar un rato antes de desayunar. Los días pasan con rapidez y el verano se acaba. Ayer le pregunté si tenía ganas de volver a su casa. Me dijo que sí. Supongo que estar todo el mes con los padres cansa.

©Manuel Navarro Seva

Agosto de 2015        

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