domingo, 12 de abril de 2020

Residencias

M-40 Foto de Carmen Molina

Nos telefonearon de la residencia para decirnos que había cuatro usuarios que tenían fiebre, y que, aunque estaban aislados, si lo deseábamos podíamos llevarnos a Manu a casa. Le pregunté a quien llamó si les habían hecho el test del coronavirus y me contestó que no. Luego te llamo, le dije. Juana y yo lo comentamos con nuestras hijas. Y Marta se ofreció a llevárselo a su casa para mantenerlo confinado en una habitación, por si acaso, y evitar así que nosotros nos pudiéramos contagiar. Fue una decisión difícil de tomar. Finalmente, pedí una carta a la residencia por si nos paraba la Guardia Civil y Marta fue a recoger a Manu y lo ha tenido quince días aislado en una habitación de su casa.
Ayer viernes acabó la cuarentena de Manu y a media tarde fui en el coche a recogerlo para traerlo a mi casa. Las calles estaban vacías como si la gente hubiera desaparecido del mapa, como si un terremoto o una guerra hubiera desolado el país. Pero los edificios permanecían intactos, las carreteras lucían como nuevas y el aire estaba limpio. Una ambulancia pasó con las luces parpadeantes y las sirenas a tope. Yo iba pensando en lo cómodo que es conducir sin tráfico y, sin embargo, me daba miedo ver la carretera tan desierta. De súbito los carriles de la autovía de circunvalación se redujeron a uno y un agente de la Guardia Civil me hizo señales con la mano para que saliera a un lateral y me detuviera junto a una rotonda. Un guardia me preguntó adónde me dirigía. Menos mal que yo iba pertrechado con varios documentos que justificaban mi desplazamiento. El agente me dijo que pusiera los papeles en el salpicadero, los miró con la mascarilla puesta y sin pestañear. Poco después me indicó que podía continuar y yo le di las gracias.    
Madrid, 11 de abril de 2020
© del texto Manuel Navarro Seva

2 comentarios:

Vicente dijo...

Un fuerte abrazo a todos los tuyos, en especial a Manu

Manuel Navarro Seva dijo...

Muchas gracias, Vicente. Un abrazo.