Foto de David Aprea (Diario Vasco) |
Al levantarme esta mañana me dolía todo el
cuerpo. No había conseguido dormir bien. Yo achaqué mi dolor de cuerpo a no
haber dormido bien, pero mi esposa me dijo que me pusiera el termómetro por si
había pillado el coronavirus. Le dije que no era el coronavirus. No tenía
ninguno de los síntomas o quizá sí porque, en realidad, me dolía la cabeza. Se
lo dije y me obligó a tomarme un Paracetamol y a ponerme el termómetro. Para no
discutir con ella me lo puse y tenía 36,6 y ella me dijo, lo ves, tienes fiebre
porque estos termómetros digitales miden de menos. Entonces noté que tenía la
nariz un poco congestionada, me la limpié con un pañuelo desechable y me fui a
la cocina, abrí el frigorífico y comprobé que mi olfato seguía intacto. Se lo
dije a ella, y me preguntó si tenía tos. Me aclaré la garganta antes de contestarle
que no. Lo ves, te pica la garganta, me dijo. Que no, le dije yo. Me senté en
mi butaca y me tapé las piernas con una mantita, pues las ventanas estaban
abiertas para ventilar la casa y ella, al verme con la mantita, me preguntó si
tenía frío. Le dije: sí, pero no estoy malo.
A mediodía no me ha dejado que ponga la
mesa y ha abierto una lata de mejillones y los ha servido en dos
platillos, uno para ella y otro para mí. Después hemos comido en la misma mesa
pero separados una distancia reglamentaria. Yo, de verdad, me encuentro bien,
pero no quiero llevarle la contraria.
Madrid, 26 de marzo de 2020
© Manuel Navarro Seva
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