sábado, 28 de marzo de 2020

Hidroalcohólico


Yo estaba leyendo cuando sonó el teléfono. Dejé el libro boca abajo sobre la mesa y descolgué. «Hola, Manuel, ¿cómo está?». Era la farmacéutica. Me sigue llamando de usted pese a las veces que le he dicho que me tutee. La conozco desde hace siglos. Es una mujer fascinante. Como vivo solo, voy a visitarla con frecuencia. Si veo que no hay gente en la botica entro y le pido una cajita de juanolas, de las pequeñas, de color rojo, y mantenemos una conversación sobre cualquier cosa, incluso sobre el tiempo. En casa debo de tener más de cincuenta cajitas de Juanola sin empezar, pero ella nunca me pregunta por qué tomo tantas. Cada vez que voy le digo que son para suavizar la garganta. Ayer hablamos de los nietos, de mis nietos, ella aún no tiene ninguno. Le dije que hacía quince días que no los veía ni los besaba. «Esto se nos va a hacer muy duro, don Manuel». Qué razón tiene. Merche es una mujer muy afable. Me encanta hablar con ella, ese ratito me levanta el ánimo. Ahora debo espaciar las visitas. El caso es que me llamó para decirme que ya había recibido el gel hidroalcohólico que le había pedido.          


Madrid, 28 de marzo de 2020
© Manuel Navarro Seva

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