Una historia sobre la adolescencia, la personalidad y la
amistad
Toni, un joven de 14 años,
nos cuenta cómo era su vida en el verano de 1984, en un pueblecito de la costa
catalana. Nos habla de las relaciones de familia, del primer trabajo, de los
amigos y sus diversiones, del despertar al amor, de sus dudas y temores...
Conoce a un viejo marinero, huraño y solitario, que es un pozo de experiencias
donde beber sabiduría de la vida. El chico mantiene con él una relación de amistad
y busca sus consejos.
Algo que parece fácil, como
es hablar de la propia adolescencia y de los sentimientos humanos, no lo es. Uno
puede caer en mil tópicos. El autor, en esta novela autobiográfica, lo hace a
mi juicio con mucho acierto. Ha sabido expresar con un lenguaje sencillo, cercano y fluido lo que la mayoría de los chicos de esa edad —en esa
época y tal vez podamos extrapolar a otras— hacían, sentían y vivían. Leyendo
estas páginas es difícil no identificarse con muchas de las sensaciones y dudas
vividas por el protagonista y no sonreír al descubrirlo. Este es uno de los
ejes de la novela.
Pero hay otro, muy
importante, que es la relación con Hermógenes. Una amistad basada en
la atracción que despierta el viejo en el chico y en la necesidad de este de
consultar sus indecisiones ante el despertar del amor. La relación entre ellos
tiene momentos muy conmovedores.
Merece la pena destacar la
descripción de su primer encuentro sexual y los diálogos con el viejo.
Estamos ante una historia
real que es la historia de cualquier adolescente de catorce años, aun cuando
los tiempos sean distintos. La novela me ha encantado, es una delicia de
principio a fin.
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2 comentarios:
Una de las mayores dificultades que encontré cuando escribía Las leyes de Hermógenes, fue caracterizar a los dos principales protagonistas. Toni era un personaje relativamente fácil de caracterizar, aunque debía mostrar su mundo interior de manera creíble, plasmar sus dudas, sus pensamientos y sus preocupaciones. Hermógenes fue más complicado, debía ser un personaje muy evolutivo. Era un cascarón por abrir, una persona que se encerraba en sus propios complejos bajo esa apariencia huraña y hermética. Ambos personajes, solo podían evolucionar abordando sus sentimientos e intentando que el lector los percibiera y se sintiera identificado con ellos.
Cuando un lector muestra en público sus sensaciones, todo autor se cuestiona si consiguió su objetivo, si consiguió transmitir la esencia de lo que quería contar. Y cuando esto ocurre, cuando el lector se siente identificado con los personajes, cuando entiende y comparte lo que sienten, entonces surge la magia y el autor levanta y aprieta el puño mientras piensa: Lo conseguí.
Muchas gracias, Manuel, por captar la esencia y por compartirla.
Sí lo has conseguido, Josep Capsir. Mucha suerte con el libro.
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