Piazza Navona. Imagen de internet |
Lo primero que hago al
levantarme es el café. Saco el cacillo de la cafetera italiana y lo lleno bien,
me gusta muy cargado. Me siento y espero sin dejar de mirar la cafetera, y me
imagino en una terraza de la plaza Navona. Luego recojo la cocina, pongo la
lavadora y el lavavajillas. Paso la aspiradora por la casa y quito el polvo de
los cuadros con el plumero, con mucho cuidado para no descentrarlos; me quedo
un ratito contemplando la vista de la avenida Nevsky, el Fontanka helado a la
derecha. En la habitación de mi hija le saco brillo con la bayeta a la torre
Eiffel. Cuando hago mi cama, estiro bien el edredón nórdico para que no queden
arrugas ni caiga más de un lado que de otro. Una vez estuvimos a punto de
viajar a Lourdes con la parroquia, pero tuve que cancelar el viaje porque murió
mi marido.
Nota: Leído en el
programa «10 líneas a Millás», de «La ventana», junio de 2004
©Manuel Navarro Seva
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