M-40 Foto de Carmen Molina |
Nos telefonearon de la residencia para
decirnos que había cuatro usuarios que tenían fiebre, y que, aunque estaban
aislados, si lo deseábamos podíamos llevarnos a Manu a casa. Le pregunté a
quien llamó si les habían hecho el test del coronavirus y me contestó que no. Luego
te llamo, le dije. Juana y yo lo comentamos con nuestras hijas. Y Marta se
ofreció a llevárselo a su casa para mantenerlo confinado en una habitación, por
si acaso, y evitar así que nosotros nos pudiéramos contagiar. Fue una decisión
difícil de tomar. Finalmente, pedí una carta a la residencia por si nos paraba
la Guardia Civil y Marta fue a recoger a Manu y lo ha tenido quince días
aislado en una habitación de su casa.
Ayer viernes acabó la cuarentena de Manu y
a media tarde fui en el coche a recogerlo para traerlo a mi casa. Las calles
estaban vacías como si la gente hubiera desaparecido del mapa, como si un
terremoto o una guerra hubiera desolado el país. Pero los edificios permanecían
intactos, las carreteras lucían como nuevas y el aire estaba limpio. Una
ambulancia pasó con las luces parpadeantes y las sirenas a tope. Yo iba
pensando en lo cómodo que es conducir sin tráfico y, sin embargo, me daba miedo
ver la carretera tan desierta. De súbito los carriles de la autovía de
circunvalación se redujeron a uno y un agente de la Guardia Civil me hizo
señales con la mano para que saliera a un lateral y me detuviera junto a una
rotonda. Un guardia me preguntó adónde me dirigía. Menos mal que yo iba
pertrechado con varios documentos que justificaban mi desplazamiento. El agente
me dijo que pusiera los papeles en el salpicadero, los miró con la mascarilla
puesta y sin pestañear. Poco después me indicó que podía continuar y yo le di
las gracias.
Madrid, 11 de abril de 2020
© del texto Manuel Navarro Seva
2 comentarios:
Un fuerte abrazo a todos los tuyos, en especial a Manu
Muchas gracias, Vicente. Un abrazo.
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