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A media mañana el sol entraba
a través de la ventada del cuarto donde trabajo. Me asomé para que sus rayos
acariciaran un rato la piel de mi rostro, del color del invierno, respiré un
poco de aire fresco, observé el ligero temblor de las hojas de los arces y, antes
de volver al trabajo, advertí que un vecino estaba de pie junto a uno de los rosales
en flor. Me pareció que el hombre estaba hablando con las rosas. Creo que hablarles
a las plantas estimula su crecimiento, pero yo, de momento, me limito a admirarlas
desde mi ventana, aún no he llegado a esa fase de comunicación con ellas. Quizá
cuando acabe el confinamiento baje al jardín y les diga algo.
Madrid, 25 de abril de 2020
© del texto Manuel Navarro Seva
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