miércoles, 30 de diciembre de 2020
jueves, 24 de diciembre de 2020
Feliz Navidad 2020
2020 no ha sido un buen año. Esta Navidad es bien diferente. La celebramos con recelo y si nos reunimos a cenar o a comer en casa procuramos mantener la distancia de seguridad, las ventanas medio abiertas para ventilar el salón, no nos besamos ni nos abrazamos, usamos la mascarilla y algunos de nosotros ni siquiera nos atrevemos a juntarnos con nuestros seres queridos. Es triste, pero habrá otras navidades y esas quiero disfrutarlas a tope. Pese a ello
lunes, 8 de junio de 2020
'Sexta planta'. Una magnífica reseña de Cristina Suárez
Crimen, misterio y corrupción
Sofía Vega es una estudiante de farmacia que aparece medio desnuda y con un golpe bastante fuerte en la cabeza. Fue agredida en el Parque del Oeste de Madrid y cuando se despierta no recuerda absolutamente nada. Pocos días después aparece otra chica, Irene Soto, también universitaria, en las mismas circunstancias que Sofía, aunque esta vez en el Parque del Retiro. Algo más tienen en común, ambas estaban corriendo cuando fueron atacadas.
Todo es un misterio para el inspector Pardo y y la subinspectora López. Ellos son los encargados de resolver el caso de Sofía y cuando Irene aparece muerta, empiezan a sospechar que se podría tratar de un asesino en serie. Pero las cosas se van complicando todavía más cuando descubren en el entorno de Sofía algunos secretos que mejor que no vean la luz, así que el número de sospechosos va creciendo y la intriga se hace cada vez mayor, hasta llegar a un final que no todos esperan.
Es un thriller policíaco que Manuel Navarro ha sabido hilvanar muy bien hasta el final. Como siempre con una prosa muy cuidada, muy clara, con notas a pie de página para que sepamos más de ciertos lugares que aparecen en el libro, con diálogos entremezclados entre la narración, con momentos inquietantes en muchas ocasiones y con una trama llena de matices que toca muchos temas, tanto los propios de este tipo de novelas como incluso corrupciones políticas, extorsión, secretos de familia e incluso violencia de género. Me ha gustado cómo el autor ha sabido unir todo eso en su libro y el resultado ha sido realmente bueno. Consigue mantener en todo momento la atención del lector e incluso sorprende, algo para mí muy importante en novelas de corte policíaco.
También me ha parecido muy interesante el entorno en el que se mueven los protagonistas, los lugares típicos de Madrid, las zonas por donde suelen estar los Universitarios, los Colegios Mayores,… Seguro que más de un joven que lea la novela se va a sentir identificado. Como siempre, es un placer leer a Manuel, así que muchas gracias al autor por su nuevo libro. Ahora a esperar el siguiente.
lunes, 25 de mayo de 2020
Sexta planta
Mi nueva novela de suspense policíaco acaba de ver la luz tanto en digital como en formato impreso.
Es candidata al Premio Literario 2020 de Amazon .
Este es el enlace de Amazon para aquellos que deseen comprarla.
Esta es la sinopsis que aparece en la contraportada:
Sofía Vega, una estudiante universitaria, aparece medio
desnuda y con un fuerte golpe en la cabeza en el parque del Oeste de Madrid. Días
después Irene Soto, otra estudiante universitaria, es agredida en el parque del
Retiro. Ambos casos guardan ciertas similitudes, lo que hace pensar a la
policía que se trata de un asesino en serie.
El inspector Pardo y su ayudante, la subinspectora López, a
lo largo de la investigación policial, irán descubriendo los secretos que se ocultan
en el entorno de Sofía Vega.
La historia se sitúa en Madrid y Buitrago de Lozoya, en el
mes de octubre de 2018.
Un thriller policíaco con una trama bien tejida, un final
inesperado y una prosa nítida y cuidada.
Corrupción política, crimen
y secretos familiares son los ejes de esta obra de suspense policíaco.
domingo, 3 de mayo de 2020
Desescalada
Un día del mes de
febrero, cuando el coronavirus era un virus lejano, fui al chino a comprar algo
que necesitaba con urgencia —no recuerdo si fue una pila para el reloj, un
paquete de folios o un carrete de hilo—. Le pregunté a Juan cómo estaba su
familia en China. Me dijo que «todos bien». Sin embargo, las cifras de muertos
y contagiados en Wuhan eran alarmantes. Yo pensaba que quizá los chinos tenían
algo especial en sus genes, y por eso el virus se cebaba en sus compatriotas.
Pero estaba equivocado.
Hoy, por primera vez
tras casi cincuenta días de confinamiento, he salido con Juana y Manu a dar un
paseo con mascarilla por los alrededores de casa. Hace un día precioso, de
verano, y ha sido una experiencia tan deseada que hemos disfrutado cada minuto,
cada paso. Todo está verde, la hierba muy alta y no había mucha gente.
Algunos negocios han
empezado a funcionar. Juan aún no ha abierto su tienda después de marcharse de
vacaciones antes del decreto de alarma, y eso no es una buena señal.
Madrid, 2 de mayo de 2020
© Manuel Navarro Seva
lunes, 27 de abril de 2020
Cuadragésimo segundo día de confinamiento
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Foto del blog verdecora |
A media mañana el sol entraba
a través de la ventada del cuarto donde trabajo. Me asomé para que sus rayos
acariciaran un rato la piel de mi rostro, del color del invierno, respiré un
poco de aire fresco, observé el ligero temblor de las hojas de los arces y, antes
de volver al trabajo, advertí que un vecino estaba de pie junto a uno de los rosales
en flor. Me pareció que el hombre estaba hablando con las rosas. Creo que hablarles
a las plantas estimula su crecimiento, pero yo, de momento, me limito a admirarlas
desde mi ventana, aún no he llegado a esa fase de comunicación con ellas. Quizá
cuando acabe el confinamiento baje al jardín y les diga algo.
Madrid, 25 de abril de 2020
© del texto Manuel Navarro Seva
lunes, 20 de abril de 2020
Resiliencia
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Foto de Olearys |
Ayer mañana, cuando
estaba ayudando a Manu a entrar en la ducha, me ha dicho que lleva nueve días
con nosotros. Le he preguntado cuántos ha estado con su hermana y me ha dicho
que catorce. Y yo, que dónde está mejor, si en su residencia o con nosotros; y
él me ha contestado que en los dos sitios. Siempre responde así. Pero yo intuyo
que tiene ganas de volver a su casa. Ayer tarde quiso hablar con Camuñas. Llamó
a la centralita y consiguió hablar con él. Su compañero de habitación le
preguntó que cuándo iba a volver y él le dijo que cuando acabara el
coronavirus. Al terminar de hablar con él, me pasó con la cuidadora del turno
de tarde. Ha habido cuatro usuarios enfermos pero ya están bien, y varios
cuidadores han estado o están de baja. Los bomberos han desinfectado la
residencia.
Manu sigue una rutina
perfecta: música, tablet, televisión, baraja de cartas, dominó, aperitivo,
comidas. Aplausos en el balcón a las ocho de la tarde, más televisión y a las
doce en punto a la cama. Me gustaría tener su capacidad de adaptación.
Madrid, 19 de abril de 2020
© del texto Manuel Navarro Seva
viernes, 17 de abril de 2020
Papel higiénico
He de confesar que me
daba miedo pisar la calle, cruzar y entrar en el supermercado. No sé cuánto
tiempo hacía que no iba a comprar. Tal vez dos semanas. En casa hemos estado
tirando de despensa y de las compras online.
Pero había una lista de artículos de primera necesidad que se habían agotado.
Así que me puse la mascarilla y los zapatos de salir a la calle. Guantes no
llevaba porque sabía que los daban en el supermercado. Los guantes que dan
ahora en el supermercado son como unas bolsas pequeñas sin dedos que tienen la
silueta de un guante pintada en una de las caras. Son incómodas porque se
desprenden de las manos.
Había clientes
esperando en la puerta separados dos metros entre sí para evitar aglomeraciones. Y dentro
está todo organizado, pero hay que comprar deprisa, sin hablar con nadie, sin
saludar a nadie, sin entretenerse a pensar si falta esto o aquello en la lista,
sin comparar precios. Yo, como la mayoría, fui a los estantes a coger productos
frescos envasados en lugar de esperar en los puestos de la carne o de la
charcutería. Seguí un camino lógico que llevaba grabado en la memoria para no
tener que retroceder, pero fue inútil. Empecé cogiendo papel higiénico, papel
de cocina, film de corte fácil, palillos para el aperitivo, y después latas de
mejillones, patatas fritas chips, aceitunas rellenas, Fairy, lejía, leche,
queso, chorizo, salchichón, huevos, carne, café, aceite y, al final, cuatro
barras de pan.
Al llegar a casa, dejé
los zapatos detrás de la puerta y me puse las pantuflas. Me lavé bien las manos
con jabón. Me quité la mascarilla y el jersey lo eché a lavar, saqué la compra
del carro y la coloqué sobre la mesa de la cocina para que Juana la desinfectara
con un trapo húmedo. Cuando terminó de desinfectar me dijo que faltaban los
yogures, el papel de aluminio, y no sé qué más. Le dije que lo compraría la
próxima vez, pero pensé que tardaré en volver a jugar a la ruleta rusa.
Madrid, 16 de abril de 2020
© Manuel Navarro Seva
domingo, 12 de abril de 2020
Residencias
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M-40 Foto de Carmen Molina |
Nos telefonearon de la residencia para
decirnos que había cuatro usuarios que tenían fiebre, y que, aunque estaban
aislados, si lo deseábamos podíamos llevarnos a Manu a casa. Le pregunté a
quien llamó si les habían hecho el test del coronavirus y me contestó que no. Luego
te llamo, le dije. Juana y yo lo comentamos con nuestras hijas. Y Marta se
ofreció a llevárselo a su casa para mantenerlo confinado en una habitación, por
si acaso, y evitar así que nosotros nos pudiéramos contagiar. Fue una decisión
difícil de tomar. Finalmente, pedí una carta a la residencia por si nos paraba
la Guardia Civil y Marta fue a recoger a Manu y lo ha tenido quince días
aislado en una habitación de su casa.
Ayer viernes acabó la cuarentena de Manu y
a media tarde fui en el coche a recogerlo para traerlo a mi casa. Las calles
estaban vacías como si la gente hubiera desaparecido del mapa, como si un
terremoto o una guerra hubiera desolado el país. Pero los edificios permanecían
intactos, las carreteras lucían como nuevas y el aire estaba limpio. Una
ambulancia pasó con las luces parpadeantes y las sirenas a tope. Yo iba
pensando en lo cómodo que es conducir sin tráfico y, sin embargo, me daba miedo
ver la carretera tan desierta. De súbito los carriles de la autovía de
circunvalación se redujeron a uno y un agente de la Guardia Civil me hizo
señales con la mano para que saliera a un lateral y me detuviera junto a una
rotonda. Un guardia me preguntó adónde me dirigía. Menos mal que yo iba
pertrechado con varios documentos que justificaban mi desplazamiento. El agente
me dijo que pusiera los papeles en el salpicadero, los miró con la mascarilla
puesta y sin pestañear. Poco después me indicó que podía continuar y yo le di
las gracias.
Madrid, 11 de abril de 2020
© del texto Manuel Navarro Seva
viernes, 10 de abril de 2020
Asintomáticos
Esta mañana, después
de levantarnos, subí la persiana de la habitación y se descolgó. Me quedé un
rato sin palabras. Después me dije: «Quizá empleé mucha energía al tirar de la
cinta».
Me fui a desayunar a
la cocina pensando en por qué se había roto. La cinta no parecía ser el
problema, quizá fuera el soporte del tambor, el propio tambor o alguna lama
rota. El caso es que mientras me bebía el café estuve pensando dónde podía
acudir para pedir ayuda. Se lo comenté a Juana, y ella dijo que creía que reparar
una persiana no era un trabajo esencial. No obstante, ante la duda, me fui a
buscar la solución en internet.
Encontré varios sitios
donde arreglan persianas y llamé a un teléfono. Me contestó una voz ronca de
fumador que podían mandar a un técnico. Le di las gracias y le dije que lo
llamaría más tarde. Pero luego pensé: «¿Y si mandan a un técnico asintomático?».
Juana y yo, después de un intercambio de impresiones, decidimos intentar repararla
por nuestros medios. Así que saqué la caja de herramientas, arrimé la escalera y
entre los dos abrimos el cajetín. El tambor se había salido de la guía. Lo hemos
recolocado y hasta ahora funciona bien. Las manos se nos han puesto negras como
el carbón. Las hemos lavado con agua y jabón durante un rato, y después nos
hemos tomado otro café con leche en la cocina.
Madrid, 10 de abril de 2020
© Manuel Navarro Sevadomingo, 5 de abril de 2020
Abuelos
Esta mañana he oído en
la radio la lectura de una carta escrita por una enfermera de la UCI. Al final de un día de trabajo, la escribió desolada por la muerte de un paciente
que había entrado en coma en la unidad de cuidados intensivos que ella atendía.
El hijo, que esperaba fuera, lo vio morir sin poder decirle nada, sin poder
abrazarlo, sin poder consolarlo. Y la enfermera no solo sufría por la muerte de
su paciente, sino también por el dolor que mostraba el hijo de su paciente. Lo reconozco,
he estado llorando un rato.
Qué difícil debe de
ser realizar un trabajo como el de enfermera de UCI, en el que no se puede
salvar de la muerte a todos los enfermos a tu cargo. Qué difícil es
acostumbrarse a que cada día nos den la cifra de muertos y de infectados. Qué
difícil es vivir estos días de mierda. Saldremos adelante, claro que sí, pero
ya nada será igual. Muchas familias habrán perdido a algún ser querido. Y
muchos abuelos habrán muerto sin el consuelo de sus familias.
Madrid, 5 de abril de 2020
© Manuel Navarro Seva
sábado, 4 de abril de 2020
Mascarillas
Nos quedan dos
mascarillas de las que trajimos de Japón en diciembre del 2017. Allí mucha
gente las llevaba puestas por la calle con objeto de no contagiar a los demás. Se
supone que tenían la gripe o un simple catarro. En estos días de confinamiento
he dedicado un rato a mirar las fotos de aquel viaje. Fue un viaje asombroso.
Qué gente tan considerada. Qué cultura tan distinta a la nuestra. Qué paisajes.
Qué templos. Qué trenes…
Ayer me puse una de
las mascarillas japonesas para bajar la basura al contenedor del sótano. Abrí
la puerta y pulsé el botón del ascensor con un poco de aprensión. Metí las
bolsas en los cubos y regresé. Le di al bajo y salí a ver cómo estaba todo. Me
hubiera gustado encontrarme con alguien, charlar un poco a través de la
distancia social, pero no había ni un alma. Volví a casa y me lavé las manos
con jabón durante un buen rato. A las ocho de la tarde salí al balcón a
aplaudir y saludé con la mano a la gente del bloque de enfrente.
Madrid, 3 de abril de 2020
© Manuel Navarro Seva
jueves, 2 de abril de 2020
Testamento ológrafo
El pasado domingo, al
despertar me quedé en la cama y encendí la radio. En el programa A vivir que son dos días Juanjo Millás y
Javier del Pino hablaban sobre testamentos. Al oír esa palabra sentí un
escalofrío. Pero no apagué la radio, pensé que todos tenemos que morir, sea por
el coronavirus o por cualquier otra causa. Conectaron con una notaria que habló
del testamento ológrafo que es aquel que el testador formaliza por sí mismo,
escribiéndolo y firmándolo de su puño y letra sin intervención de testigo
alguno.
Juana y yo disponemos
de un testamento estándar que hicimos hace mucho, pero me gustaría modificarlo con
el fin de incluir una repartición de bienes entre nuestros hijos. Creo que eso
evitaría discusiones entre ellos. Me levanté de la cama con esa idea, y después
de desayunar pensé ponerme manos a la obra, pero me llamó por teléfono un amigo
que vive solo y tiene ochenta y ocho años. Estuvimos hablando un buen rato del
coronavirus. Me dijo que no pisa la calle. Que no te lleven a una residencia,
le dije yo. Después de colgar me puse a caminar por el pasillo e hice mis
ejercicios de estiramiento. Cuando acabé, me serví unas patatas fritas y un vino
tinto, me senté en la terraza a tomar el sol. Más tarde puse la tele y estaban
hablando de las cifras de infectados y de muertos. Cuando me di cuenta, era la
hora de comer.
Madrid, 29 de marzo de 2020
© Manuel Navarro Seva
sábado, 28 de marzo de 2020
Hidroalcohólico
Yo estaba leyendo cuando sonó el teléfono. Dejé el libro boca abajo sobre la mesa y descolgué. «Hola, Manuel, ¿cómo está?». Era la farmacéutica. Me sigue llamando de usted pese a las veces que le he dicho que me tutee. La conozco desde hace siglos. Es una mujer fascinante. Como vivo solo, voy a visitarla con frecuencia. Si veo que no hay gente en la botica entro y le pido una cajita de juanolas, de las pequeñas, de color rojo, y mantenemos una conversación sobre cualquier cosa, incluso sobre el tiempo. En casa debo de tener más de cincuenta cajitas de Juanola sin empezar, pero ella nunca me pregunta por qué tomo tantas. Cada vez que voy le digo que son para suavizar la garganta. Ayer hablamos de los nietos, de mis nietos, ella aún no tiene ninguno. Le dije que hacía quince días que no los veía ni los besaba. «Esto se nos va a hacer muy duro, don Manuel». Qué razón tiene. Merche es una mujer muy afable. Me encanta hablar con ella, ese ratito me levanta el ánimo. Ahora debo espaciar las visitas. El caso es que me llamó para decirme que ya había recibido el gel hidroalcohólico que le había pedido.
Madrid, 28 de marzo de 2020
© Manuel Navarro Seva
viernes, 27 de marzo de 2020
Un día de confinamiento
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Foto de David Aprea (Diario Vasco) |
Al levantarme esta mañana me dolía todo el
cuerpo. No había conseguido dormir bien. Yo achaqué mi dolor de cuerpo a no
haber dormido bien, pero mi esposa me dijo que me pusiera el termómetro por si
había pillado el coronavirus. Le dije que no era el coronavirus. No tenía
ninguno de los síntomas o quizá sí porque, en realidad, me dolía la cabeza. Se
lo dije y me obligó a tomarme un Paracetamol y a ponerme el termómetro. Para no
discutir con ella me lo puse y tenía 36,6 y ella me dijo, lo ves, tienes fiebre
porque estos termómetros digitales miden de menos. Entonces noté que tenía la
nariz un poco congestionada, me la limpié con un pañuelo desechable y me fui a
la cocina, abrí el frigorífico y comprobé que mi olfato seguía intacto. Se lo
dije a ella, y me preguntó si tenía tos. Me aclaré la garganta antes de contestarle
que no. Lo ves, te pica la garganta, me dijo. Que no, le dije yo. Me senté en
mi butaca y me tapé las piernas con una mantita, pues las ventanas estaban
abiertas para ventilar la casa y ella, al verme con la mantita, me preguntó si
tenía frío. Le dije: sí, pero no estoy malo.
A mediodía no me ha dejado que ponga la
mesa y ha abierto una lata de mejillones y los ha servido en dos
platillos, uno para ella y otro para mí. Después hemos comido en la misma mesa
pero separados una distancia reglamentaria. Yo, de verdad, me encuentro bien,
pero no quiero llevarle la contraria.
Madrid, 26 de marzo de 2020
© Manuel Navarro Seva
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